Neandertal

Nunca estaba sola, pero en aquella ocasión, había escapado de las miradas de los integrantes de la tribu y se lanzó a la aventura. A escondidas, había cogido un hueso que pensaba romper junto al río con la ayuda de alguna roca y comerse esa sustancia blanda que todos los huesos tenían dentro. Le encantaba explorar la zona. Mojarse los pies, saltar de roca en roca y beber agua directamente del río. Aunque tenía que tener cuidado, ya que últimamente había tenido algún susto al tragar. Le preocupaba que fuera la única de la tribu, pero, desde hacia algún tiempo, notaba que le era imposible beber agua y respirar a la vez. Al comer, en muchas ocasiones, se atragantaba y eso asustaba a toda la tribu.
Quizá fuera por el ruido, o por el olor de la carne que aún quedaba pegada al hueso, pero de repente, saliendo de la nada, apareció un perro con la clara intención de robarle su hueso. La niña se quedó paralizada. En un momento, el perro se abalanzó. Ella, por instinto, protegió el hueso con el brazo y el animal acabó tirándola al suelo y mordiendo el brazo. Inmediatamente soltó el hueso y con la otra mano cogió lo primero que tuvo al alcance. Pero para cuando quiso golpear al perro, este ya había huido con su botín y allí estaba ella, sangrando, tirada en el suelo y sin hueso. Comenzó a llorar , a la vez que llamaba a su madre a base de gruñidos. Esta, enseguida apareció junto con otros componentes de la tribu. La niña sintió la necesidad de contarles lo que había pasado y sin saber muy bien cómo, señalándose el mordisco, de su boca salieron unos sonidos parecidos a: "GUAGUAU, HAYY, GUAGUAU, HAYY".
Allí, tirada en el suelo, mordida por un perro y sin que nadie le diera ningún premio ni le aplaudiera, aquella niña neandertal, había inventado el lenguaje oral.


In Memoriam Fernando Iglesias

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